México

Hace tiempo que quiero escribir algo sobre mi viaje y estancia en México el pasado agosto y septiembre. Y antes que el tiempo vaya desdibujando algunos de mis recuerdos, lo voy a hacer. Sé que suena a tópico decir que fue algo más que un viaje, pero lo fue así por una razón. Tuvimos la suerte, mi mujer y yo, de convivir íntimamente con amigos mexicanos que son más bien familia y charlar y convivir sobre lo divino y lo humano. También conocimos otras zonas aparte de Ciudad de México, como Guanajuato, Puebla, Oaxaca… Y bueno, experimentamos un terremoto de 8.1 en la escala Richter. Voy a describir tres episodios significativos que creo que ejemplifican la experiencia y terminaré con una reflexión general sobre la relación entre México y España.

Episodio I
Habíamos tomado uno de los minibuses destartalados y abarrotados que se dirigían de Coyoacán a San Ángel, dos de los barrios más especiales y sugerentes de Ciudad de México. Atravesábamos una avenida inmensa de cuatro o cinco carriles atestada de tráfico. El ruido de los automóviles, muchos de ellos con motores antiquísimos, era ensordecedor. El olor a gasolina, que entraba por las dos aberturas que hacían de compuertas del minibús era muy punzante. El minibús estaba atestado y alguna gente se reenganchaba con medio cuerpo fuera. Nosotros nos encontrábamos de pie, apretados, al final del autobús. Aunque estaba al lado de una ventana, veía poco la calle porque mi cabeza casi tocaba el techo. Los pasajeros que entraban por detrás pasaban el importe del billete al conductor gracias al resto de viajeros los cuales transportaban el dinero, de mano en mano, por encima de sus cabezas y traían la vuelta. Delante nuestra hablaban una lengua precolombina. Es difícil, pero ¿pudo ser naualht?
Un joven con las mamicrobusnos sucias, como recién llegado de trabajar en el campo, entró en el autobús por la puerta de atrás. Llevaba una guitarra a la espalda. Sacó la guitarra y se puso a cantar mientras que el autobús daba tumbos. Todavía no sé cómo pudo ponerse a tocar haciendo contorsionismo en medio esa amalgama de seres humanos. De pronto se hizo el silencio en el bus. La voz firme y dulce del joven contrastaba de una forma milagrosa con el furor que gobernaba la ciudad. Violeta Parra, Silvio y algunos cantautores que no conocía. El joven, solemne y respetuoso, anunciaba brevemente cada una de las canciones. Todo el mundo guardo un silencio, como cuando se entra en una iglesia, que transformó el momento. Fue emocionante.
Sí, Ciudad de México es monstruosa (también en el sentido positivo). Una ciudad difícil para vivir. Pero al mismo tiempo es una ciudad con una gran sensibilidad ante la vida y la muerte, posiblemente porque conoce bien esta última. Su diversidad cultural es apabullante, difícil de imaginar. Pudimos visitar numerosos yacimientos arqueológicos de culturas precolombinas: Teotihuacán, Templo Central… La riqueza y autenticidad de sus barrios es extraordinaria: Churubusco, Coyoacan, San Ángel, incluso Tepito, etc. Disfrutamos de gran número de librerías muy especiales; cafés, como el café Habana, donde Bolaño se reunía con el grupo de los infrarrealistas, se comprende que sea una ciudad muy literaria; sus museos, no sólo el Antropológico, son todos de gran calidad; salas de conciertos, descubrimos la espectacular sala Nezahualcóyotl de la UNAM, el Centro Nacional de las Artes donde disfrutamos un estupendo “El Enemigo del Pueblo” de Ibsen gracias a nuestros amigos. Fuera de Ciudad de México, en Guanajuato nos encantó el cariño de toda la ciudad por su Universidad y el aprecio a Cervantes y a su famoso festival cervantino.

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Gradas de la plaza de la ciudad de Guanajuato donde se inició el Festival Cervantino

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La Avenida de los Muertos de Teotihuacan desde la Pirámide de la Luna (la Pirámide del Sol en el fondo)

Episodio II
Después de un viaje en coche muy entretenido de varias horas llegábamos a las afueras de Oaxaca. Digo entretenido, por el paisaje, la conversación y la propia conducción. Muchas autovías no disponían de dos carriles en la misma dirección, tan sólo de un carril especialmente ancho que permitía, cuando el automóvil o el camión que iba delante se apartada, adelantarlo por en medio. No era fácil acostumbrarse a adelantar a 100 Km/h a un gran camión de decenas de metros pasando por el medio de dos vehículos cuando era otro tráiler el que venía de frente. Aunque iba de copiloto instintivamente pisabas el freno imaginario. Al quinto o sexto camión que adelantamos me percaté que era normal. Independientemente de las condiciones del tráfico y del respeto de las normas, creo que lo mexicanos son unos maestros de la conducción.
Al llegar a Oaxaca entramos por los habituales suburbios repletos de infraviviendas. Paramos en un semáforo y nos encontramos con el gran cartel que podéis ver en el que se advierte a los “rateros” con la soga de una horca.

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Afueras de la ciudad de Oaxaca

Una de las cosas que siempre tienes en cuenta cuando se viaja a México es la seguridad. Y no es ninguna tontería. Desde luego no es que haya peligro en todo momento. Nosotros viajamos a solas varias veces y recorrimos parte de Ciudad de México y nunca sentimos un gran peligro. Pero la inseguridad es evidente, siempre hay historias próximas de asaltos, robos e intentos de secuestros. De hecho, nuestros amigos y su familia habían sufrido días antes de nuestra llegada algunos asaltos. Es normal, que los primeros días no nos quisieran dejar a solas. La prensa ayuda a la sensación de miedo con un estilo no sólo sensacionalista sino grotesco.

Al llegar a México algunos amigos, irónicamente aunque con un trasfondo de crítica, me decían bienvenido al tercer mundo. México no es el tercer mundo. Es obvio. Pero es evidente que algo falla. La desigualdad salta dolorosamente a los ojos. Personas trabajando hasta los setenta y mucho años en multitud de pseudoempleos, desde meterte la compra en las bolsas en el supermercado, hasta señalizar las obras, reparar los baches o en innumerables puestos de comida ambulantes. Cuando se producía un atasco inmediatamente aparecían los vendedores entre los coches. Las colonias de infraviviendas de millones de personas en las colinas a la salida de ciudad de México contrastan con los barrios elegantes de casonas rodeadas de alambradas y cámaras como si existiera un estado de guerra. Los baches son socavones y o no se reparan o tardan meses en hacerlo. La escena de los guardaespaldas recogiendo con grandes todoterrenos con los espejos tintados a los niños uno a uno de los colegios elegantes parecía de película.

Tuve la sensación que el funcionamiento del país es de tipo corporativista, es decir, cada grupo de poder defiende sus interesas hasta las últimos consecuencias, sindicatos, grupos profesionales, funcionarios, policía, grupos políticos… Si tienes la suerte de pertenecer a un grupo poderoso puedes beneficiarte y si hay cierto equilibrio incluso puedes vivir cómodo, pero lo normal es que las luchas de poder impidan gobernar el país. Mientras tanto las cuestiones esenciales en todo estado quedan en el aire (vivienda, sanidad, educación, protección social, infraestructuras…) y los grupos más desfavorecidos tienen que sobrevivir, buscar otras lealtades y ahí aparece el narco y la delincuencia generalizada. Nadie se cree al estado. No existe, o muy poco, el concepto de lo público. No nos olvidemos que el narco es una institución con gran poder simbólico. En algunos lugares, me dijeron, que invierte más que el estado.

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Pasaje natural de Hierve el Agua en la Sierra Oaxaqueña

Con la familia Oaxaqueña de nuestros amigos visitamos “Vierte el Agua” un lugar realmente mágico en la sierra. También visitamos Monte Albán, la capital zapoteca a más de 1000 metros de altura, más humilde que Teotihuacan, pero igual de impresionante y además sin turistas y también Mitla, otra ciudad precolombina. Fuimos a tomar mezcal y visitamos algunos pueblos y mercados auténticos en los alrededores de Oaxaca. También nos quedamos boquiabiertos con la Iglesia y Museo de Santo Domingo en la misma capital.

Episodio III
Una mañana nos sorprendió durante la cena un altavoz: ¡Aviso de sismo! ¡Aviso de sismo! La amiga que nos acogía en su casa nos advirtió con toda tranquilidad que si queríamos bajar a la calle, teníamos unos 40 segundos. Bajamos con rapidez, pero sin excesiva urgencia. Nos encontramos con algunos vecinos en las escaleras. Algunos de ellos nos advertían que no sentían nada y dudaban que fuera a pasar algo habiendo pasado ya 30 segundos. Efectivamente, tras esperar en la calle unos minutos todos volvimos a nuestras casas. Los medios anunciaron que había ocurrido un error en el sistema de anuncio de terremotos que cubría la ciudad de México. Las bromas no tardaron en llegar en medio de las críticas por el susto.

Justo 25 o 26 horas después, cuando ya estábamos durmiendo sonó de nuevo la alarma. Salí disparado de la cama y nuestra amiga nos dijo con los ojos casi cerrados que hoy no bajaba. Seguíamos hablando cuando el suelo empezó a temblar. A los pocos segundos estábamos bajo el dintel de la puerta de entrada. El movimiento se fue agudizando, y algunos objetos empezaron a moverse ostensiblemente. Los cuchillos y los platos sonaron y una sensación extraña de cierto mareo y desequilibrio nos invadió. El movimiento de las lámparas era sobrenatural. ¡Todo el edificio se estaba moviendo! Vi la cara de susto de nuestra amiga, que vivió el terrible terremoto de los 80s, y nos dijo que rezábamos. La situación era grave. Tras un par de minutos de altibajos en la intensidad de los movimientos el terremoto se fue apagando hasta que desapareció completamente. Inmediatamente se comenzaron a oír los helicópteros que sobrevolaban la ciudad para comprobar daños. La televisión anunciaba que los daños habían sido pequeños en ciudad de México pero que más al sur Oaxaca y Chiapas había muertos y edificios colapsados al tiempo que advertí de las próximas replicas. Esa noche no dormimos, nuestra amiga mexicana sí, y en la madrugada bajamos a la calle para comprobar donde situarnos rápidamente en caso de un nuevo aviso. Según nos explicaron en caso de terremoto los postes eléctricos y telefónicos que recorren toda la ciudad son peligrosos por lo que hay que elegir bien donde resguardarse. Tras estudiar un poco la calle encontramos un lugar seguro y pasamos casi toda la madrugada viendo las noticias. A la mañana siguiente tenía una conferencia en Iztacala, una sede dela UNAM, cuando muerto de sueño habíamos iniciado el largo recorrido hacía Iztacala nos anunciaron que el rector había suspendido todas las actividades académicas. Casi que lo agradecí. Pudimos dormir un poco en la mañana.

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Los alumnos/as y colaboradores/as de mi amigo Prof. Juan José Yoseff tras un seminario en Iztacala una semana después del terremoto.

Unas semanas más tarde volvíamos a España. Nada más aterrizar en Sevilla el 19 de Septiembre nos enteramos del nuevo terremoto en México mientras visitábamos a la familia tras el viaje. Las humaredas de polvo en las imágenes aéreas auguraban diversos colapsos y centenares de muerto. Por pocas horas no nos pilló este segundo terremoto en el aeropuerto. Los momentos difíciles son los que hacen aflorar el carácter de los pueblos. Y nosotros pudimos comprobar el coraje, la templanza y la solidaridad de los mexicanos. Especialmente tras el segundo terremoto miles de ciudadanos se movilizaron y organizaron para aliviar las condiciones de los damnificados. Es cierto, que el estado se mostró incapaz en gran parte de satisfacer las necesidades del país, pero el gesto de solidaridad es esperanzador.

IV
A menudo hemos discutido sobre la imagen que en México se tiene de España y viceversa. Es evidente que España está muy presente en México. Yo diría que mucho más que México en España, aunque tengamos un gran cariño por este país. Creo que, junto con Cuba, México es el país de Latino América al cual se le tiene más afecto en España. Las costumbres, las tradiciones, los artistas, los símbolos del país son fácilmente identificables en España. Cuando uno viaja allí, tiene la sensación de que no hay 10.000 km de distancia, especialmente si se es andaluz, ya que tenemos algunos rasgos lingüísticos similares. La razón de la presencia de España en el imaginario de los mexicanos es que su identidad está construida por oposición a la identidad española, como es lógico por otra parte. Yo diría que existe un fuerte sentido patriótico en México, en algunos casos envidiable, que nosotros en general no tenemos. Es curioso, como en este último año ha existido una efervescencia de los símbolos nacionales españoles por oposición al independentismo catalán. Todo nacionalismo necesita su contraparte. Patriotismo yo diría un poco ramplón y creo que temporal. Pero esta es otra historia.
Tuvimos la suerte de vivir las fiestas patrias y conocer la dramática y sangrienta historia de la independencia de México. Que el impulsador de la independencia, el Cura Hidalgo, proclamara el movimiento de independencia, 16 Septiembre 1810, en nombre de Fernando VII Rey de España y que el primer emperador del México independiente fuera un antiguo general realista, Iturbide, son ejemplos de que el proceso de independencia fue extremadamente complejo y paradójico. Las élites que promovieron la independencia de México eran criollas, de formación, origen y cultura española. Es cierto que existen unas profundas raíces pre-colombinas en la diversidad cultural de México y que algunos de estos grupos indígenas participaron en la guerras de independencia (muchas veces como carne de cañón). Pero el Estado Mexicano no es el sucesor del estado Azteca. Cuando Hernán Cortés arribó a las costas de Veracruz, México no existía. De hecho, Cortes se alió con los pueblos subyugados por los Mexicas para sus conquistas y realizar sus tropelías. Tampoco existía España cuando Tarik llego a las costas de Andalucía. Ni tan siquiera existía cuando se inició la mal llamada reconquista. Todo Estado necesita sus mitos fundacionales. Por todas estas razones, la relación del pueblo Mexicano con España y sus símbolos es de afecto-rechazo. Lo esencial y con esto termino es que en todo momento he tenido la sensación que somos pueblos hermanos o primos-hermanos. Si viajáis a México lo comprobaréis.

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En el Zócalo con nuestros amigos el día antes de la vuelta a España

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