Los virus son partículas con una estructura simplísima, probablemente las más simples de todas, a excepción de los priones. Una membrana de lípidos o/y proteica que rodea a una cadena de ARN o de ADN. Necesita invadir células para reproducirse dentro de ellas. No están vivos, sobre esto último hay debate, pero se reproducen.
Es fascinante, si uno lo piensa detenidamente, cómo este agente infeccioso tan básico se aprovecha de nuestra necesidad de vínculo social, de nuestras emociones y convenciones culturales para reproducirse. De vez en cuando la naturaleza nos recuerda que el Ser Humano no es especial y que se encuentra en medio de la batalla por la supervivencia al mismo nivel que un simple virus. Ni más, ni menos.
Decían algunos que El COVID19 era como una gripe ¡Qué gran error la comparación con la gripe! ¡Qué fácil tranquilizarse y autoengañarse! Todavía hay gente que utiliza este argumento y aduce estúpidamente que la gripe produce más muertos, sin pararse a pensar que el COVID19 lleva con nosotros unas semanas, mientras que las distintas cepas de la gripe nos acompañan desde hace décadas. Es el mismo fenómeno psicológico de negación que el de los terraplanistas. Desgraciadamente, como estamos comprobando el COVID19 se propaga con mucha más rapidez que la gripe y tiene mayor letalidad.
Se resuelva como se resuelva esta crisis sanitaria, el mundo en el cual viviremos tras la misma será muy diferente al que dejamos atrás hace unas semanas. En una dimensión económica viviremos una crisis más grave que la del 2008. De hecho, ya la estamos sufriendo. A nivel político las consecuencias serán tremendas. Por decirlo suavemente, el papel de las democracias occidentales, EEUU y la UE, está siendo cuestionable y es previsible un trasvase de poder fáctico y simbólico de Europa y EEUU a Asia, trasvase que se estaba produciendo antes de la crisis. Esta epidemia está demostrando el cansancio y la falta de liderazgo mundial de Europa y los EEUU.
Como psicólogo creo que debemos tener en cuenta el impacto de la crisis tiene y tendrá en nuestra vida diaria. En términos psicológicos estamos sufriendo una especie de contracondicionamiento inverso a gran escala y muy intenso. Quiero decir, las conductas que socialmente hasta hace unos días se reforzaban y que prácticamente teníamos interiorizadas, ahora son castigadas. Dicho de otra forma, estamos fabricando fóbicos sociales. Tan solo hay que salir a la calle y observar nuestro miedo al contacto con otros humanos. Las rutinas y los rituales que organizaban y daban sentido a nuestras vidas se han visto interrumpidos. Por esa razón es tan difícil la lucha contra una epidemia y por eso los gobiernos se lo piensan mucho antes de tomar estas medidas de control social. Una vez que se toman hay que emplear medidas de lo más restrictivas para que se cumplan.
Al menos estaremos tres semanas más en situación de confinamiento con medidas de distanciamiento social, y, muy probablemente, la salida a este estado será muy paulatina. Es decir, con el objetivo de prevenir una vuelta epidemia, actividades sociales que impliquen concentraciones de personas no serán permitidas por una temporada. Una vez que volvamos a salir a la calle nos descubriremos como personas distintas y con automatismos de los cuales nos extrañaremos. De hecho, seremos personas distintas después de padecer este gran experimento psicológico. Debemos encontrarnos preparados para esta experiencia de desrealización, aceptarla y comprenderla. No hay que desdeñar la capacidad de adaptación y resiliencia del Ser Humano.
Volviendo a la situación de crisis en la que nos encontramos, no sería extraño, es más sería adaptativo, que sintiéramos miedo y ansiedad. Es lógico, ya que podemos encontrar en esta situación factores bien conocidos que intensifican estas emociones. Enumero algunos de estos factores.
Incertidumbre: Estamos enfrentándonos en tiempo real a un virus que es casi totalmente desconocido. Ni siquiera teníamos datos de carácter experimental de su supervivencia en diferentes superficies hasta hace unos días. Realmente, desconocemos su comportamiento futuro y su impacto en diferente países y culturas dista mucho de sí. Sin lugar a duda, en los próximos meses lo conoceremos mucho más a fondo y este factor de estrés se reducirá. A pesar de ello, no tenemos absolutamente ninguna seguridad de en qué momento esta situación revertirá.
Ruptura del vínculo social: El apoyo social, incluyendo el contacto físico, es una de las estrategias de afrontamiento más efectivas. Aunque no nos la han arrebatado totalmente gracias a las tecnologías de la comunicación, el castigo del contacto social y la prohibición de los encuentros sociales de gran relevancia simbólica, por ejemplo los funerales, intensifican la ansiedad.
Infoxicación: La intensidad de la información que estamos recibiendo por todos los medios posibles es tal que es imposible procesarla adecuadamente, seleccionarla y reflexionar sobre ella. Además, la mayoría de la información es de carácter negativo, eso si no son directamente fake news o información distorsionada. Sin lugar a duda, como se ha demostrado desde hace más de una década, esta es una fuente esencial de estrés.
Naturaleza de la amenaza: No todos los estímulos aversivos tienen la misma potencia para generar miedo. Es evidente que un virus amenaza a nuestra vida y la de nuestros seres queridos. El virus tiene unas características especiales como fuente de estrés. No se ve y puede encontrase en cualquier sitio por lo cual el temor lógico ante el mismo puede derivar conductas paranoides y obsesivas muy fácilmente. Por ello, no resulta extraño que en términos culturales sea protagonista de novelas y películas de ciencia ficción y de contenido de complejos delirantes en distintos pacientes.
Confinamiento: La situación de aislamiento es un gran reto. No sería extraño sentir cierta desorientación espacio-temporal, semejante a las situaciones de hospitalización o de encarcelamiento, cuando llevemos más de dos o tres semanas en nuestras casas. La soledad y la falta de contacto pueden provocar alteraciones perceptivas y pensamientos intrusivos. Pero, al mismo tiempo, si vivimos en compañía los conflictos pueden ser más difíciles de solventar sin posibilidad de “poner tierra de por medio” temporalmente.
Por todo ello, en estos días en que la ola epidémica irrumpe, vamos a pasar miedo. Sin lugar a duda, vamos a sufrir alteraciones emocionales, bajones y subidas. Nos intentaremos agarrar a cualquier indicio positivo por pequeño que sean. Cuando esto ocurra piensa que el miedo es un recurso para adaptarse a la realidad y que mientras éste no te bloquee, es decir, mientras que puedas hacer con eficacia lo que debes hacer, es bienvenido. No lo rehúyas, no lo reprimas, más bien date permiso para sentirlo y concéntrate en tus cosas lo mejor que puedas. Es el miedo el que te hace humano. Aquí algunos consejos muy sencillos para controlar estas emociones, pero repito, no reprimirlas, y mejorar nuestra calidad de vida y la de las personas a nuestro alrededor.
Aumentar la percepción de control. Está más que demostrado, incluso con ratas en laboratorio, que la percepción de control reduce la respuesta al estrés. Algunos compañeros míos llevan sus propios análisis de la epidemia trabajando con los datos que administran los distintos gobiernos. Otros amigos han decidido fabricar máscaras caseras. En comunidades de vecinos se han organizado para ir a hacer las compras a las personas mayores. Algunas tareas más que otras van a tener una repercusión efectiva en los problemas que estamos sufriendo, pero todas aumentan la percepción de control y reducen el estrés. Si quieres rebajar la ansiedad de alguien ponla a hacer algo que crea productivo, por pequeño que sea o incluso aunque no sea tan práctico (siempre que no interfiera, claro).
Restringe y selecciona la información. Fundamental para controlar el estrés es seleccionar la información. Cancela grupos de WhatsApp y redes sociales virtuales que distribuyan noticias no contrastadas o catastrofistas. No te lo pienses, elimina esos grupos. Hazlo ahora. Elige informarte a través de medios no sensacionalistas y que sean parcos y rigurosos en la transmisión de las noticias. Date espacios de desconexión en los cual poder relajarte. Existe un virus paralelo al biológico y casi tan dañino como ese: El virus de la información. De hecho, el éxito de algunos países en el control de la pandemia, en mi opinión, está relacionado con el control de los medios de comunicación de masas. En algunas situaciones, el carácter autoritario es más eficaz.
Cuida y cuídate. Es el momento de preocuparse por las personas más vulnerables, mayores, enfermos, niños, sin-hogar. La ética del cuidado debe ser prioritaria, son las comunidades más cohesionadas, con claros vínculos morales, las identidades colectivas (las verticales lo van a tener más fácil) las que tendrán más posibilidades de victoria. En las epidemias el individualismo nos lleva directamente al desastre. Pero para cuidarte tienes que cuidar a ti mismo. Prémiate, esfuérzate por encontrar reforzadores por pequeños que sean. Por ejemplo, yo aprovecho que subo a la azotea a tender para tomarme un café o, ahora que estoy en casa, una pequeña siesta no me la quita ni Dios. Un concierto, cine, lectura…. Tan importante es ser eficaz y trabajar como darse un espacio de ocio en el cual poder olvidar por un tiempo en la situación donde estamos.
Imponte rutinas. Como he dicho antes, el confinamiento puede desorientar. Busca organizar tu tiempo. Utiliza los distintos espacios de tu casa para establecer momentos diferenciados a lo largo del día. Vístete, aunque no salgas de casa, para lo que vayas hacer: trabajar, cenar, hacer deporte. El ejercicio físico es esencial para mantener la salud.
Crea rituales. Los rituales son esenciales en nuestras vidas. Señalan los momentos esenciales, ritos de paso, y otorgan significado a nuestros actos. Es muy importante cuidar los rituales familiares, cumpleaños, y construir rituales comunitarios nuevos. El agradecimiento a los sanitarios todos los días a las 20:00 es un ejemplo. Pero vamos a necesitar de muchos nuevos rituales en las semanas que nos quedan por delante. Uno de los rituales más importantes son los de duelo. Desgraciadamente tendremos que construir nuevos rituales de despedidas de nuestros seres queridos ya que la pandemia impide los formatos tradicionales de éstos. Los rituales son el pegamento de la comunidad y ya hemos dicho que solo las comunidades fuertes saldrán airosas de este envite.
Conéctate. El confinamiento no significa que no podamos disfrutar del contacto social. Programa encuentros virtuales con los amigos y con la familia. Habla todos los días por teléfono con familia o amigos. Cuando necesites desahogarte busca a alguien que pueda escuchar y que no se encuentre en el mismo estado emocional que tú. Expresar las emociones está bien, pero no a cualquier persona, por muy amiga que sea. Está demostrado que poner nombre a las reacciones de nuestro cuerpo, identificar nuestras emociones, reduce la respuesta al estrés. Necesitas a alguien que sepa encajar y reflejar tus emociones de forma que las pueda gestionar. Esto no siempre es fácil. A lo mejor tienes que buscar ayuda profesional.
Esta pandemia desvela con claridad las distintas crisis más o menos larvadas que venimos sufriendo en las sociedades occidentales en el siglo XXI. Crisis que hemos ido posponiendo, dejando para otro día mientras nos ocupábamos de estupideces. He comentado algo de la debilidad de las democracias europeas, también he señalado la epidemia de infoxicación, podría hablar de la desindustrialización de las sociedades europeas y la globalización de la economía (que no podamos fabricar en masa en España mascarillas y respiradores nos tiene que hacer pensar que tipo de economía hemos ido construyendo). Ahora debo enfatizar la crisis de los cuidados, directamente relacionada con los resultados de la pandemia.
Especialmente las cuidadoras profesionales y familiares, monitores, pero también el personal socio-sanitario de distinto grado, se han visto precarizados en las últimas décadas. Las profesionales relacionadas con los cuidados se han considerado de segunda y tercera categoría precisamente en una sociedad cada vez más envejecida. La ley de la dependencia dejó de ser financiada poco después de ser aprobada. Pero no solo las sanitarias, las profesiones que ahora están soportando el país, cajeros/as, transportistas, agricultores, etc., aquellas que se baten con la epidemia cuerpo a cuerpo y que permiten a los teletrabajadores seguir en sus casas, han sido maltratadas por la economía liberal en las últimas décadas. ¿Y qué decir de la investigación? Ahora, todos los días en los medios se comentan los más mínimos avances de los equipos de investigación. Equipos mal financiados en uno de los países con menos inversión en ciencia de Europa. Equipos que estaban casi olvidados. Equipos con becarios que tenían que vivir con sus padres y que luchaban cada año por conseguir un contrato de 1200 euros. ¡Qué gran paradoja! Ha tenido que venir el Coronavirus para que nos diéramos cuenta del valor de todas estas personas.
Una pandemia no es solamente una crisis sanitaria. Es una crisis social y política. Como ha ocurrido siempre en la historia. A las pandemias las vencen las comunidades cohesionadas, con una fuerte identidad colectiva y con capacidad de resistencia e innovación social. Como decía Al Pacino en la película “Un Domingo Cualquiera”: O nos curamos como equipo o morimos como individuos. Ahora, ¿qué vas hacer tú al respecto?